Hay silencios que son vacíos.
Y hay silencios que sostienen.
Porque el silencio de los que no se rinden es distinto:
— no es resignación,
— no es apatía,
— no es derrota.
Es un silencio que espera.
Que respira profundo.
Que clava los pies en el suelo… y el alma en lo alto.
Es el silencio de quien se quedó cuando todos se fueron.
De quien sigue amando sin que nadie lo note.
De quien ora en medio del tráfico, sin cerrar los ojos.
Porque la fe verdadera no siempre grita.
A veces susurra.
A veces solo resiste.
“En el silencio y en la esperanza estará su fortaleza.” (Isaías 30,15)
Fuentes: Cristo en la Ciudad - Catholic.net